SI O NO...


De todos los deportes olímpicos que existen, el que mayor progresión en la tabla de récords ha experimentado en los últimos tiempos es, sin duda, la natación. Los avances técnicos, especialmente en lo que toca a los bañadores, han provocado un alud de plusmarcas que han dejado atónitos a todos, y muy especialmente a la propia familia acuática.

En el fútbol, ni los balones ni las botas que usa, por ejemplo, Leo Messi, se parecen en nada a los del siglo pasado; en atletismo, ni los nuevos tartanes ni las zapatillas que utiliza Usain Bolt se asemejan a las condiciones en las que competía Jesse Owens. ¿Por qué iba a ser diferente la natación? Hoy, las piletas son de quita y pon, el agua ya no está clorada (se utiliza ozono) y los bañadores... ¡Si Mark Spitz los hubiese tenido, quizás Michael Phelps hubiera tenido que ganar más de ocho oros en Pekín para batir su récord de siete en Múnich '72!

La clave de lo ocurrido es sencilla y compleja, a la vez. Cuando la marca Speedo sacó al mercado el modelo LZR Racer hubo una conmoción: la mayoría de las medallas olímpicas y de los topes mundiales se han logrado este año con ese modelo, el que utiliza Phelps... y el que viste a la Federación Española. La FINA lo aprobó con dos condiciones: 1. Que fueran homologables, y 2. Que fuesen accesibles para todos.

Sin embargo, los acontecimientos se precipitaron cuando la FINA aprobó la marca canadiense Bluseventy, dedicada a pruebas de aguas abiertas y triatlón, cuyos bañadores se asemejan al neopreno, prohibido en las piscinas. Abierta la ventana, otras firmas sin historia en la piscina (como sí lo son Speedo o Arena) aprovecharon la coyuntura: la italiana Jacket o la estadounidense Tyr. No cumplen con el apartado segundo de la FINA: son muy caros (de 400 a 600 euros la pieza). Pero tienen una gran ventaja: ofrecen mayor flotabilidad, especialmente en el nado subacuático.

Protesta.

De ahí que, a día de hoy, y tras lo ocurrido en Rijeka (los Europeos se celebran, como indica su nombre, bajo control de la LEN), los propios técnicos continentales se rebelaran, reclamando a la FINA que ponga orden en las piletas. Su argumento es que hay bañadores que, siendo autorizados, han desvirtuado la competición porque provienen del triatlón y, especialmente, porque no todos se pueden permitir el lujo de comprarlos.

La FINA, acuciada, ha convocado una cumbre con los fabricantes de bañadores el próximo 20 de febrero. Allí se decidirá el futuro de los bañadores mágicos.

2008: la madre de todos los topes

Este año que se acaba pasará a la historia como el más prolífico en cuanto a topes mundiales batidos. Nada menos que 109, de los cuales 55 fueron en pileta corta (25 m) y 54 en piscina de dimensiones olímpicas (50 m). En ésta no ocurría nada parecido desde 1976, cuando, gracias a las walkirias de la RDA (luego se supo que se dopaban) sumaron 61.

Belmonte usa los que dejó Zhivanevskaya

Los bañadores ultrarrápidos son tan caros y valorados que Mireia Belmonte heredó tres LZR Racer de Speedo de Nina Zhivanevskaya tras retirarse ésta en Pekín. La catalana nadó en Rijeka con ese modelo las pruebas clasificatorias, pero en la final de 400 m estilos, en la que batió la plusmarca mundial, utilizó el Jacket italiano, que al principio no le gustaba. La mayoría de los nadadores de elite se los hacen a medida y necesitan ayuda para ponérselos.

Pellegrini bate récords... ¡con tres bañadores!

En Rijeka, la italiana Federica Pellegrini batió el tope mundial de 200 m libre (estratosféricos 1'51'85) nadando... ¡con tres bañadores! Uno encima de otro. Ventaja: mayor flotabilidad y menor vibración corporal (efecto torpedo). Lo curioso es que el reglamento de la FINA no lo impide. Es más: hasta la aparición de los nuevos bañadores, todo era al revés: sólo se utilizaba más de un bañador en los entrenamientos, para hacer más trabajo.